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Español en Zuecos

Los tiempos cambian... y los profesores también

Quisiera empezar diciendo que quizás mi situación personal, en comparación a la de mis compañeras de curso de Pragmática, haga que este artículo tome otros derroteros. Y esto es debido a que a día de hoy, tengo ya 9 años de experiencia docente tanto en España como en Holanda en distintos niveles y en distintos idiomas- español e inglés.  

Para intentar explicar cómo me han influido y qué me han enseñado los artículos tratados en esta asignatura, quisiera remontarme un poco más en el tiempo y empezar con mis experiencias como estudiante. Cuando estudiaba inglés en el instituto las habilidades tratadas por los profesores eran 2: leer y escribir. Fue ya en los últimos años del bachillerato cuando empezamos a escuchar fragmentos de dudosa calidad (la pronunciación era más parecida a la de mi profesora que a la de los actores de películas américanas que yo me dedicaba a ver en casa sin traducir y sin subtítulos). Sobra decir entonces que de la cultura inglesa o américana nada se trató durante estos años. Algo que a mí me fascinaba: cómo será la vida en otros lugares, por qué la gente reacciona de otra manera y, la pregunta del millón de dólares... si yo voy a Londres mañana, ¿será la gente capaz de entenderme? Yo tenía mis dudas puesto que, por decirlo de alguna manera suave, no se hablaba mucho en clase, al menos en inglés. Me faltaba aprender a comunicarme aunque entendía cualquier texto en inglés y sabía traducirlo al español y viceversa. 

Años más tarde, ya en la universidad, me encontré con la asignatura de Discourse Analyse. Y se abrieron ante mí las puertas a un mundo completamente nuevo. Concordancia, cohexión, eficacia, eficiencia, conectores, Grimes y Hymes, etc. hombres y nombres que me hicieron no sólo reflexionar sobre mi propio idioma materno sino sobre un idioma que para mí no era más que un montón de palabras en papel. Aquí es donde empecé a darme cuenta de que un idioma era algo más y que la forma en la que yo había aprendido inglés en el instituto no era la más correcta. Esta misma evolución que yo experimenté se puede ver reflejada en el artículo de Salvador Gutiérrez Ordóñez “la subcompetencia pragmática”. Nos muestra la evolución de una enseñanza basada en las reglas gramaticales y sus deficiencias para terminar mostrándonos la enseñanza de la competencia comunicativa como solución a estas carencias. Del mismo modo nos muestra que para entender a nuestros interlocutores tenemos que ir más allá de las palabras y la eficacia gramatical del hablante. En este punto debemos tener en cuenta lo que el hablante pretende decir con sus enunciados, es decir, lo implícito de los mismos. Y esto es algo que a mí nunca me enseñaron hasta aquellos años en la universidad. 

Fue en mi época como docente en un colegio de primaria donde comencé a darme cuanta de que para comunicarte, no solamente necesitas un código, sino que muchas veces sólo con gestos puedes hacer que todos entiendan qué quieres decir. ¿Cómo podía ser esto posible? Peor aún, ¿cómo es que no aparecía en ninguno de mis libros de texto? La respuesta a estas preguntas las encontré no hace mucho tiempo en el artículo de Ana María Cestero Mancera “la comunicación no verbal”. Aquí se nos muestra como los gestos pueden contradecir el enunciado y como, en más de una situación, pueden incluso sustituirlos. Por lo tanto debemos como profesores tener en cuenta el lenguaje corporal en la enseñanza y no olvidar que, dependiendo del país y la cultura, los mismos gestos pueden significar cosas muy distintas. Aún sin esta base teórica observando a mis alumnos puede perder el miedo a ir a un país angloparlante. Estaba segura de que si no sabía expresarme podría hacerme entender con manos y pies, como dicen aquí en Holanda. 

Cuando llegué a Holanda no hablaba el idioma del país, pero me las apañé como pude en inglés. Fue aquí donde me di cuenta de que mi vocabulario, aunque bastante amplio según lo exigido por los objeticos curriculares españoles, era bastante escaso a la hora de conseguir defenderme en la calle. ¿Cómo podía ser esto posible? Yo era capaz de escribir y leer en inglés, pero era incapaz de llevar una conversación cotidiada con los ingleses y demás extranjeros que me encontraba en la calle, en el bar o en la tienda, sin tener que reformular frases, pedir perdón y, en más de una ocasión, marcharme porque era incapaz de hacerme entender. Esta experiencia es la que confirma que un idioma es más que un código, es un conjunto de relaciones culturales previamente establecidas por los hablantes de la comunidad. (Ver: Ricardo Escavy Zamora”: “las relaciones pragmalingüísticas y el marco intercultural”, Jasone Cenoz Iragui: “el concepto de competencia comunicativa” e Isabel Alonso Belmonte: ”la subcompetencia discursiva”) 

Dos años después de mi llegada a este país, volví a dar clases de inglés. Ahora en un instituto. Para mi sorpresa las cuatro habilidades debían ser tratadas. Mis alumnos no tendrían los problemas que yo tuve a la hora de salir a la calle y comunicarme. Pero algo me dijo con los años que aunque mis alumnos fueran capaces de desarrollar sin mayores problemas los diálogos preparados en el libro, iban a tener los mismos problemas que yo a la hora de hacerse entender. En el artículo de Antonio Briz Gómez “aportaciones del análisis del discurso oral” podemos ver la importancia de desarrollar diálogos y situaciones lo más próximas a la realidad que se nos permite en el contexto aula.  

Por aquel entonces ya había estado en distintas ciudades inglesas trabajando como niñera. Y, la verdad sea dicha, muchos de los diálogos del libro son artificales, están hechos para aprender y practicar una determianda forma gramatical y no para hacer que los alumnos sean capaces de entablar una conversación con un nativo del idioma. Es aquí cuando empecé a sospechar que comunicarse era más que hablar un idioma correctamente. Sin embargo era incapaz de adivinar qué faltaba. En mis últimos años como profesora de inglés inventaba pequeños proyectos en los que comparábamos las navidades holandesas con las inglesas y americanas, o buscábamos información para hacer una presentación sobre Halloween o Guy Folks. Para mi sorpresa, mis alumnos no sólo prestaban más atención y estaban más motivados a la hora de leer textos, describir o presentar lo encontrado, sino que a largo plazo eran capaces de recordar más palabras y expresiones que cuando estudiaban el vocabulario del tema correspondiente. Listas de vocabulario que no incluían expresiones cotidianas que ellos encontraban en internet y utilizaban con asiduidad en otros contextos. En este punto me dediqué a leer más libros sobre la cultura inglesa y americana intentando incluir por tema algún detalle, algún ejercicio extra que les enseñara aquello que no aparecía en los libros pero sí estaba tan relacionado con el idioma que aprendían. Fueron muchas horas de trabajo en las que yo misma aprendí mucho y me di cuenta de que algunas de las cosas que yo sabía sobre estos dos países no eran más que estereotipos que no siempre estaban de acuerdo con la realidad. Leyendo este año el artículo de Pedro Barros (“la lengua en su entorno”) me di cuenta de que no andaba equivocada en el camino que seguí a la hora de dar cuerpo a estos pequeños proyectos y, para mi “desgracia”, de que si quería llevarlos a un nivel más alto –no sólo aplicables una vez en una clase sino incluirlo dentro del programa de clases; me llevaría incluso más horas de las pensadas. No quiero con esto decir que me desmotivé, es más, el saber que lo que hice por pura intuición coincidía con estudios publicados con anterioridad hizo que mis ganas de seguir aumentaran. Ahora contaba con un ejemplo a seguir y una base teórica para defenderme ante mis colegas que empezaron a tratarme por loca. 

Por otro lado la motivación “extrema” desarrollada por mis alumnos cuando tratábamos temas que no estaban incluidos en el libro es uno de los puntos que aparecen en el artículo de Lourdes Miquel López “la subcompetencia sociocultural”. Despertar la motivación de los alumnos hace que la enseñanza de un idioma llegue a buen puerto. Pero no sólo es la señora Miquel López quien trata este punto. En otros dos artículos (“la lengua en su entorno” de Pedro Barros y “los contenidos culturales” de Carmen Guillén Díaz) se nos habla de la importancia de la cultura. Y no sólo de la cultura entendida como arte sino de lo que llamamos la cultura con minúscula, es decir, la cultura del pueblo. Sin embargo hemos de tener cuidado de no caer en la trampa de infundar en los alumnos una idea equivocada de la cultura de un país. Debemos huir de los estereotipos y procurar no crear una aversión hacia la cultura del país donde se habla el idioma a enseñar. Del mismo modo debemos evitar hacer una comparación entre ambas culturas, la de nuestros alumnos y la del idioma extranjero, en la que una de las dos quede en desventaja.  

Estos problemas y preguntas se agrandaron y solucionaron cuando empecé a dar clases de español en la universidad de Utrecht. En cuanto al código sobra decir que tenía bastantes más recursos ya que enseñaba mi idioma materno. Y en cuanto a los “extras” culturales, dimes y diretes, era capaz también de hacerles ver que España era algo más que toros y paellas, que no todos dormíamos la siesta y que aunque digas algo gramaticalmente correcto, puede que tu lenguaje corporal exprese lo contrario o, peor aún, que no te entiendan. Pero, ¿por qué pasa esto? ¿Qué es lo que falta? ¿Cómo y dónde puedo encontrarlo? ¿Debo enseñarlo o simplemente usarlo como anécdota al igual que hacía en las clases de inglés? Respuestas a estas preguntas las encontramos en los artículos de María Victoria Escandell Vidal: “aportaciones de la pragmática” donde se nos muestra que todos estos contenidos culturales deben estar incluidos en el currículo.  

El leer los artículos propuestos en la asignatura de Pragmática hizo que me formara una amplia base de conocimientos que me ayudaron a dar respuesta a estas preguntas. Y como muestra un botón. En el siguiente enlace encontrarán una de las presentaciones que hice pra la asignatura http://www.let.uu.nl/users/Kristi.Jauregi/personal/pragmatica/cristina.ppt.  

Hay que tener siempre presente que hablar no es comunicarse, comunicarse incluye ser capaz de transmitir un mensaje y provocar un reacción en el oyente. Comunicarse tiene un objetivo y el conseguirlo es la base para una buena comunicación. 

Enseñar un idioma es por tanto más que enseñar un código y un conjunto de reglas gramaticales. Es también enseñar una cultura, un país y unas gentes que están ligadas a este código. Un idioma es la identidad de un pueblo y este pueblo ha de ser mostrado en las clases. Pero, como profesor, esto supone muchas horas de trabajo para poder dar una imagen objetiva de un pueblo y no un montón de tópicos típicos que no siempre reflejan la realidad. 

Y para mí el punto clave de mi aprendizaje fue el luchar por incluir estos aspectos en el curriculum. No son un extra interesante para divertir a los alumnos. Es un objetivo más que ha de ser incluido en los currículos escolares. 

Por desgracia no es oro todo lo que reluce y por mucho que yo crea tener razón apoyada en todos los estudios y artículos elaborados desde los años 70, no debemos olvidar que las horas que se van a emplear para buscar esta información y hacer de la enseñanza del español la enseñanza del idioma y la cultura española serán pocas comparadas con las horas de lucha contra un sistema que se mueve como un elefante viejo. A la hora de dar clases nos vamos a encontrar con docentes con quizás más de 15 años de experiencia que no están dispuestos a empezar de nuevo cuando para ellos prepararse una clase no es más que volver a decir lo mismo que en el siglo pasado. Nos encontraremos con alumnos demotivados que nunca irán a un país hispano-hablante y este será el argumento más pesado que esgrimirán los docentes a la hora de frenar las ansias del nuevo profesor. ¿Para qué enseñarles la cultura de un país si nunca van a ir allá o nunca van a poner en práctica los conocimientos enseñados? Quizás debamos decir en este punto que para qué enseñarles geografía si nunca saldrán de Holanda, para qué enseñarles el teorema de Pitágoras si con sumar les vale, para qué hacerles leer libros de literatos holandeses si como mucho leerán el periódico o para qué enseñarles historia de Holanda y del mundo si el ayer ya ha pasado. 

1 comentario

Liz Vargas -

Me pareció interesante tu comentario acerca de la enseñanza de una segunda lengua. Soy docente de lenguas extranjeras, egresada en este nuevo siglo. Y sí, tienes razón, son muchos profesores estructuralistas que aún quedan dando clases de gramática inglesa o francesa (solo escritura y lectura). Pero ya está aumentando la cantidad de profesores quienes están saliendo de las universidades con lo último en avances científicos lingüísticos, totalmente actualizados con lo que se está haciendo a nivel mundial en enseñanzas de la segunda lengua.